sábado, 16 de marzo de 2019

Los Oscars y la carrera de la exclusión

Hace poco más de dos semanas, se llevó acabo la 91ª entrega de los Oscars. La Academia de Artes y Ciencias de Hollywood (algo así como un club de golfistas retirados que, aburridos de las señoras, se reúnen a cambiar habanos y de paso le prestan atención a las películas nuevas) trabajó, como de costumbre, en sostener los paradigmas sociales que están en boga en los Estados Unidos, marcando tendencia con los resultados. Y no es para menos, la entrega de los llamados ‘Academy Awards’ es la competencia más taquillera de la historia del espectáculo mundial. Definitivamente: lo qué pasa por los Oscars, se mide, pesa y coagula en éxito, no solo para el recalcitrante ‘establishment’ norteamericano, sino también para nuestro consumo argento. Lo cierto es que, por poco, el ‘lobby’ les fue negativo a los sectores más conservadores del organismo que oficia de jurado. La verdad es que, casi casi, una película mejicana en blanco y negro, tal vez uno de los más fuertes e ineludibles filmes contemporáneos de postergación y pobreza (dos horrores para la proyección del americano promedio) gana la estatuilla más importante. Alfonso Cuarón, el director de “Roma” la película latina de la que hablamos, lo presentía: era muy raro que ganase el premio mayor; sabía que para ese mundillo del cine, sería legitimar no sólo la trama y la estética (vivencias de una indígena mesoamericana) sino también la figura de la mujer latina, en un momento en el que los ambivalentes discursos de la dirigencia norteamericana, rayan la intolerancia en varias de sus formas. Pero entonces, y más allá de todo... ¿fue injusto que “Roma” no gane el Oscar como Mejor Película? Quizás, sin embargo no importa lo que pudo o no ser, sino lo que se gestionó en virtud de esa posibilidad. Steven Spielberg, indiscutida eminencia del séptimo arte, planteó, con vivaz discurso lateral, su posición sobre la tira mencionada: “Las producciones no hechas para cine, sino para televisión, no deberían competir en la entrega” en clara alusión a que la realización de Cuarón, llegó de la mano de Netflix y no de los grandes estudios tradicionales. Desacreditado desde el inicio de su cuestionamiento, el realizador de “E.T.”, guardó un incómodo silencio; claramente, el mundo estaba cambiando. Sin embargo, el cometido se logró: “Roma” no ganó como “Mejor Película”, más sí obtuvo el galardón con el rótulo que más les gusta a los ‘yankees’: “Mejor Película Extranjera”...claro, una cosa es ratificar quien manda, pero otra es desoír a grandes mayorías que comienzan a expresarse…el universo tropical crece en Estados Unidos, y esa premisa es tan tangible como las cincuenta estrellas de la bandera. Los señores de Brandy, tabaco y camisas con gemelos republicanos, comenzaron a darse cuenta que el tiempo en que las mujeres, los latinos y los negros “operaban” en segundo plano, para la identidad norteamericana, ya se extinguió. Casi con descolorida confianza, la gente aplaudió una de las últimas expresiones de poder de éste cónclave imposible. La mejor película fue “Green book”, excelente tira sin dudas, pero debemos de decir que le sirvió al jurado como una bocanada de aire fresco para no premiar a “Roma”. Ésta primera, tenía similares posibilidades de ser políticamente accesible, ya que el actor Mahershala Ali, a quien muchos conocimos en “House of Cards” en el papel de Remy Danton, además de descollar como un intérprete excelente, es moreno y musulmán…combinación más que oportuna para fortalecer, no solo la posición de un estado “family friendly” frente a los ojos del mundo, sino para posicionar no solo la película donde demostró su talento, sino, desacreditar ipso facto a la realización mexicana. El mundo del mensaje artístico siempre, absolutamente siempre va de la mano con su entorno. Ya sea en apoyo, en manifestada oposición o inspirado por las realidades subyacentes, la cultura nos cuenta sobre el mundo que vemos, y a veces, sobre el que nos cuesta ver. El Cine, desde su origen fue clara herramienta de ésta expresión. Evidentemente, entre bocanadas de tabaco glamoroso y levitas oportunas, la administración Trump, esa nutrida galería de misoginia, xenofobia y violencia silenciosa, no solo opera desde el pentágono.

lunes, 6 de abril de 2015

El desafío de la interculturalidad como motor social

Desde que el mundo es mundo, ha sido muy difícil reconocer que el otro (asumiéndolo como una cultura) no es solo un objeto de conocimiento (eso en el mejor de los casos y apelando a la civilidad), sino que también ES y DEBE SER en este mundo global y organizado, un claro elemento, al igual que cada uno de nosotros, de posibilidad de construcción desde su orgullosa y brillante alteridad. Tomar conciencia de que la diferencia es bandera a cuadros en la carrera del enriquecimiento de las civilizaciones, ha costado casi 5000 años de conquistas y chisporroteos en la mecánica de la evolución humana. Hoy, frente a la globalidad bien organizada (no aquella que se ensancha en desmedro de la localización, sino la que se presenta como una alternativa para el enriquecimiento de esta última) se alzan ante nosotros nuevos retos. Ante los portales de este mundo múltiple, el sentido común dicta que la educación intercultural logra, aún desde los cánones de la educación no formal, la defensa crítica de nuestros nobles principios democráticos. La riqueza de la diferencia nos permite abordar no solo la reformulación de nuestras bases más fuertes (y al hablar de bases sólidas, hablo de fuertes principios arraigados desde lo colectivo) sino también cualquier construcción social que haya servido como paradigma. Los paradigmas educativos, a diferencia de lo que creemos desde antiguas estructuras y visiones, no han nacido, necesariamente, en las escuelas, sino en la máquina identitaria más fuerte de la historia humana: la costumbre. Así es que, en nuestros usos y formas, seguimos decretando, muchas veces pasivamente, las realidades que nos definen...de allí que el peso de la cultura sea realmente fundamental para el devenir. Mucho más si abordamos con juicio crítico, con una ética de plan universalizable (si se me permite la expresión) la sistematización de la transmisión de estos valores por los que bregamos. No únicamente son necesarias fuertes respuestas del estado nacional a la entronización de estrategias educativas que manifiesten la importancia de la interculturalidad, sino que también esta directriz debiera de arraigarse, por voluntad nuestra, a la ya mencionada educación no formal, osea a lo que cada uno de nosotros desde su pequeño o gigante lugar en el globo, pueda aportar a esta bella causa colectiva que no solo entroniza a la tolerancia, sino también al intercambio de experiencias de vida como uno de los motores más importantes del aprendizaje. Incorporar en nuestro corazón, con verdadero respeto, lo positivo de cada cultura cohabitante, significa reencontrarnos en nuestra calidad de, como bien decía Sócrates, “Ciudadanos del mundo”. Si cada uno de nosotros lo logra, viviremos sin dudas, en una sociedad mucho más rica, en la que todos quepamos y no se impugne lo extraño, simplemente, por considerar con ignorancia, su equivocada condición de tal. En nuestra Punta Alta, territorio felizmente multicultural (la acción concreta de la migración desde las provincias hacia nuestra ciudad por la Base Naval Puerto Belgrano, ha sido desde siempre nuestra mayor riqueza identitaria) esta logrando lenta, pero armoniosamente, la interculturalidad como estandarte. El año pasado, en un programa televisivo me preguntaban, abordando el tema de la “identidad local” quiénes eran los “verdaderos puntaltenses”...yo, simplemente dije desde mi lugar, desde mi visión, que puntaltenses éramos todos los que vivíamos aquí, ya sea, como en mi caso, cuarta generación de precursores, o también aquel que viniendo desde lejos, hoy hecha raíces estableciéndose o trabajando activamente en las instituciones. Sinceramente, siento de corazón, que para saber lo que quiero, lo que me hace feliz como miembro de una comunidad, es condición sine qua non incluir el querer de los demás, siempre unido a un tiempo y a un espacio. Que implique, por lo mismo, solidaridad, la misma que procede del respeto a la diferencia, a la pluralidad como punto de partida de toda acción. Abracemos la interculturalidad, definitivamente. Bajo esta premisa, el mundo será nuestro.

miércoles, 1 de abril de 2015

Sobre Sarmiento (Discurso Oficial en el acto distrital del 11 de septiembre de 2014.)

Hoy, he querido hablarles del Sarmiento educador…y me di cuenta que es absolutamente imposible separarlo del estadista, del político, del idealista, del escritor, del crítico, del revolucionario…porque justamente el hombre al que la tradición nacional ha llamado “padre del aula”, fue sin dudas, basamento fundamental de la República como pocos de los grandes hombres que protagonizaron, la memoria fundacional de esta Argentina de todos. Con claras e irrenunciables ideas sobre el rumbo del país, este hombre con alma de Zonda, se convirtió en un idealista de la alfabetización nacional, al costo que esta tuviera. Claramente fue, y su producción escrita lo atestigua con creces hasta hoy, un eximio personaje argentino, absolutamente controvertido y sagaz. Lo define el arrojo intelectual, el coraje ciego para lograr sus objetivos y ser responsable absoluto del progreso de la patria a través del proyecto de la educación popular; un proyecto que se levantó como diadema común sobre las sienes de una democracia verdadera y naciente para ese entonces. Félix Luna nos advierte de un Sarmiento, que en 1868, ni bien asume como Presidente, proclama: “hacer de toda la República una escuela”, pretendiendo su “revolución pacífica de educar al soberano”. Afirmaba con vehemencia: “Antes había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, y para la aristocracia. Hoy todos los hombres deben ser igualmente educados”. Es una tarea, si se quiere infructuosa, pretender ceñir a Sarmiento en un espacio estanco, hermético, sin apreciarlo en su compleja heterogeneidad de pensamiento. El transcurrir de su vida pública es complicado, enorme; sus expresiones y estrategias, difíciles de ser examinadas desde una sola óptica. Partimos, por ejemplo, de pensar que es imposible deslindar su pensamiento sobre la educación en sí, de las ideas de su prospero proyecto para esta Argentina. Un vez dijo: "La educación ha de preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy no pertenecen ya a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre” Poniendo en claro que su lucha por la educación popular ya la dejamos fuera de toda discusión, o deberíamos hacerlo ya definitivamente, fue su proceder político y público la causa de posicionamientos contradictorios, los mismos que lo acompañan hasta nuestros días. Si bien ubicado en el partido unitario, y más allá de la férrea posición tomada frente al caudillismo rosista, el sanjuanino soñaba con el progreso y la unión de todos y cada uno de los pueblos de la república naciente, entendiendo en todo el territorio albiceleste una inmanencia única, expresándolo claramente cada vez que decía: “soy un porteño en las Provincias, un provinciano en Buenos Aires, y un argentino en todas partes”. Más allá de compartir o no sus ideas políticas, no se puede dudar de que Sarmiento es ejemplo de coraje y lucha por un ideal, y que ese fue sin dudas ver una Patria grande y desarrollada. Rescatar el ideario de Sarmiento no significa, ni debe significar jamás, aborrecer la lucha de aquellos caudillos a los que el gran maestro se oponía con la espada, la pluma y la palabra. Sarmiento fue un instigador de la democracia, con una subjetividad y un valor agregado que a veces rayan en destellos sumamente impresionables para aquellos que hoy en día, y desde el juicio crítico revisionista, apelamos a las sentencias del sentido común. Claramente, Sarmiento no fue un prócer simple, sus aristas nos contemplan desde el silencio. Él supo advertir que la educación popular era la verdadera herramienta para lograr el progreso del pueblo; su verdadero fin, quizás transido por la hosquedad y la visión extranjerizante de su tiempo, fue la de reivindicar ese país que asomaba, dándole el lugar que en una democracia de verdad le corresponde: el de soberano absoluto. Personalmente, y si me permiten, creo que en el afán de un panteón histórico para la democracia, debe apelarse al entronizamiento de referentes justamente diferentes entre sí, entiendo que debemos encontrar la síntesis de las ideas que mejor contribuyen a la grandeza de nuestra memoria, y que esta síntesis obviamente, debe tener improntas de cada vertiente; con ladrillos desiguales y para levantar nuestro palacio de libertades… hoy la historia nos permite, creo yo, rendir homenaje a figuras más que contradictorias entre sí, como es el caso Sarmiento y también de Rosas, o el mismo Urquiza; resaltemos con fervor concreto que absolutamente todos ellos, tuvieron el enorme afán por ver grande a la Patria, aunque tal vez gritaron por ese objetivo desde tribunas totalmente diferentes. Y en este rescate humano que me propongo del gran educador por ser hoy 11 de septiembre, no puedo separarlo tampoco, y como empecé a decirles al comienzo de este discurso, de otras piezas que componen el gran rompecabezas de su memoria; pienso en Sarmiento y veo al hombre de mirada adusta de los bronces, pero también veo al autor de “Recuerdos de Provincia”, al niño debajo de la higuera, al padre de Dominguito, al detractor de Rosas y ferviente seguidor de Urquiza, que posteriormente aseguró que este último solo había reemplazado al primero en otra tiranía, veo al hombre que en Boulogne Sur Mer, compartió un café con un ya anciano José de San Martín, veo al enamorado de la hija de Vélez Sarsfield, al polémico discutidor de las teorías de su amigo Alberdi, contribuyendo a dar paso a nuestra carta magna, veo al anciano entre los almácigos de una casa en Paraguay después de la lluvia, anhelando con lágrimas en los ojos la precordillera sanjuanina, veo al hombre de pie en alta mar enterándose que, inexorablemente, se había transformado en Presidente de la Nación…ese Sarmiento rescato y me permito traerles hoy. Aprendamos de cada gestor de nuestra identidad, quedémonos con lo mejor de cada uno de los hombres que dieron todo de sí por esta Argentina, entre los cuales Sarmiento se sienta, sin lugar a dudas, en el podio y junto varios. Gloria y loor, para los diversos, para los revolucionarios incluso hasta el hartazgo, porque la pluralidad de acciones nos reafirma como actores libres y soberanos en la concreción de nuestros objetivos, tal cual el sueño, de un humilde cuyano alborotador, que con irascibilidad y pasión desmedida, fue el responsable de la bandera de la educación pública que es modelo latinoamericano hasta nuestros días. Salve Sarmiento, las ideas no se matan. Muchas gracias.

jueves, 12 de marzo de 2015

Discurso por el 158° aniversario de la muerte del Almirante Guillermo Brown

Autoridades presentes, tengan todos ustedes muy buenos días: En el histórico diario porteño “La Gaceta Mercantil” del sábado 14 de enero de 1826, puede leerse la noticia: “El Sr. D. Guillermo Brown ha sido revestido del mando en jefe de la escuadra nacional. Ayer izó su bandera a bordo del bergantín “Balcarce” en cuya ocasión este tiró una salva, y las antenas de los demás buques de la escuadrilla se guarnecieron con sus tripulaciones. El Sr. Brown, se vino á tierra, en completo uniforme, y se encaminó al Fuerte, a la 1 de la tarde” Así, humildemente, y en un recorte periodístico, el pueblo argentino de aquella lejana y soñadora Buenos Aires pos revolución, se enteraba que la flamante Nación Argentina, tenía su armada de guerra. Luego del correspondiente nombramiento por el Gobernador Juan Gregorio de las Heras, con el cargo de Almirante de la Escuadra, y con el título de Coronel Mayor, equivalente al de Contraalmirante actual, Brown se transformó en jefe de una reducida pero valiente escuadra formada por dos bergantines, el “General Belgrano” que contaba con catorce cañones, y el “General Balcarce”, que tenía diez. Un lanchón llamado “La Correntina”, que poseía muy poco valor para el combate y once cañoneras recientemente construidas a orillas del Riachuelo; cada una contaba con un solo cañón en la popa. En verdad, era una pequeña fuerza que pretendía luchar por un poderoso sueño…el sueño de sostener nuestra emancipación. De la misma manera que al evocar a Don José de San Martín, pensamos en la Cordillera y en las vastas extensiones territoriales de esta Latinoamérica en pugna, es imposible no pensar en la efigie de William Brown recortada en el viento del Atlántico entre huracanadas extensiones de Mar Argentino, librando lucha no solamente contra frecuentes enemigos sino contra el establishment de su tiempo, y la adversidad de un país que nacía, y a la vez no solamente florecía en independencia, sino también en burocracias eternas. William Brown, el irlandés, no hubiera imaginado jamás al pisar puerto de Buenos Aires por vez primera, que esa playa de cangrejales lejanos se convertiría en el espacio de su corazón donde crio a sus hijos y decidió permanecer hasta su muerte, en un gesto de adhesión a nuestra bandera y a nuestra tierra. La mitificación sarmientista, lo elevó a la condición de prócer, al igual que a otros compañeros de panteón de gloria nacional, sin embargo, a diferencia de otros notables (por el ejemplo de Juan Manuel de Rosas), el perfil de Guillermo Brown no fue discutido entre sus contemporáneos, ni en la posteridad sucesiva…siempre fue ejemplo de universalidad de aciertos y de verdadero compromiso por la Patria, principio ajeno a intereses personales. ¿Cuánto más difícil es que la imagen épica de un prócer nazca de la sombra de un extranjero? Quienes nacimos en el suelo propio, aprendimos naturalmente a amar lo que nos define, lo que sustenta y codifica nuestra cultura, nuestra memoria colectiva. No puedo dejar de admirar, a un marino, a un militar foráneo, ajeno a estas tierras bulliciosas de comienzos del siglo XIX, hincado bajo los preceptos de amar a una joven tierra naciente, y de invertir su vida y la de los suyos en esa realidad… Si hay algo que resaltar, es que el hombre que acuñó la frase, “Es mejor irse a pique antes que perder el pabellón” fue un grande de nuestra historia; un insigne valiente que estuvo siempre a disposición incondicionalmente de aquella Patria que daba sus primeros pasos. Su extensa e irreprochable trayectoria al servicio de los intereses argentinos, le deparó inevitables contrastes e injusticias, pero tuvo la capacidad realizadora y la fortaleza moral necesarias para sobreponerse a estos giros del destino. Esencialmente fue un marino, un navegante que se revistió de heroicidad simplemente con la actitud conductora y los tributos de un auténtico líder. Confianza, valor y arrojo fueron diademas no solamente para su memoria hoy, o un texto formador para los jóvenes que se unen a las filas de la Armada Argentina en la actualidad, sino principios esenciales en su vida privada. Hoy, a 158 años de su muerte, lo evocamos en este terruño al sur de la Provincia de Buenos Aires, porque más allá de ser un ser héroe nacional, nuestra identidad local, con su profundo vínculo con la Base Naval de Puerto Belgrano, pondera orgullosamente la continua entronización de su ejemplo como guía. Quiera Dios, que se levanten sobre la faz de nuestra tierra, más hombres como Brown, dispuestos a ser leyenda no por otras situaciones que no sean la entrega incondicional y la proyección de una identidad; que tengan la capacidad de sortear las dificultades de una adversidad intrincada, para finalmente vislumbrar, aunque sea de forma abstracta, una perspectiva, un compromiso, un ideal para quienes los sucedan…solo así, con más fe, con ese fuego interior que inspira, el sueño de los grandes que dieron su vida por ese ideal, tendrá sentido…y nuestro futuro, y el de nuestros hijos, tendrá la honra de haber sido el resultado, de ese sentido… A la memoria de Guillermo Brown, vivamos con ese objetivo. Muchas Gracias.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Discurso en la presentación del libro “Sistema de Inteligencia de la Defensa, Impacto en la Armada” del Capitán Héctor Patoco.

Autoridades presentes, Damas y Caballeros, tengan todos ustedes muy buenas tardes: La mística que desprende la presentación de un libro siempre es buen augurio, no solo para su autor, sino para quienes recibimos esta impronta. Si la opción excede la literatura, me refiero a su temática, y el autor decide articular con pulsiones de alto compromiso social, la vertebralidad de la cultura acusa una solidez inusitada, vinculándose fuertemente con altos principios identitarios y funcionales, para nada desatendibles. El tiempo, como decía Borges, “la sustancia de todas las cosas”, me enseñó que en esos momentos, en esas instancias primeras de valoración, se abren portales a nuevos horizontes y redefiniciones. Y hablando de la importancia de presentar un libro, redoblo el título, la idea y manifiesto: “la importancia de presentar un libro en la jornada de hoy” ya que conmemoramos el nacimiento de uno de los genios insoslayables más estoicos y fugaces de nuestra historia nacional; hablo del escritor Leopoldo Lugones. La SADE, gestionó que el día de su nacimiento, sea para los amantes de las letras argentinas, el día del escritor nacional. Cuando soy convocado para editorializar acerca de un trabajo bibliográfico, intento arribar a la voluntad de su autor, intento comprender, a través de las expresiones de su espíritu, el porqué de cada esencia vertida… vertida en cada línea. Cuando la especificidad requiere un análisis superior, ya que los ámbitos de competencia admiten la opinión ilustrada pero finalmente demandan la posición docta, dejo a quienes se formaron al respecto, para instruirnos sobre ésta. Claramente, el libro que hoy nos ocupa, “Sistema de Inteligencia de la Defensa, Impacto en la Armada”, un serio y comprometido trabajo de investigación que llevó a cabo el Capitán Héctor Luis Patoco, reviste una importancia mayor; osea que más allá de mi valoración al respecto, invita palabras a su altura. Sin embargo, no escatimaré en decir, que al leer el material, no solo me cultivó en una dinámica conocida pero no abordada, por lo que en mi carácter crítico, debo ponderar el didactismo y la inclusión discursiva que el autor ha elegido para presentarnos su obra. El arribo a la información es dinámico; la transmisión de los conceptos hacen que el ciudadano medio argentino, formado o no en los acontecimientos históricos que circundan al mundo de la inteligencia, comprenda, se instruya y tenga la posibilidad, luego de su lectura, de dar una opinión sobre un tópico raramente profundizado y difundido fuera de las esferas de estudio específico. Con arribos sucesivos y minuciosos, el Capitán Patoco aborda el sistema de inteligencia de la defensa, refiriendo a la historia, el contexto, la formación, la legislación y finalmente su impacto, en la institución, en la Fuerza que ha definido la carrera de su vida. De la misma manera en que el otro día decía en el acto formal del 25 de mayo, que Patria es mucho más que la proyección de las sombras cíclicas del bronce en los parques, hoy me da fervor decir, que un libro construye Patria. Y más un libro cuya presentación se realiza dentro de estos muros, muros que cimentan la formación de los oficiales de la Armada de mi país. Como gestor cultural, como escritor y crítico, agradezco la posibilidad de decir estas palabras en esta ocasión tan trascendente. Mi profundo agradecimiento al Capitán Luis Patoco, se lo que significan estos momentos para él; el reconocimiento después de una ardua labor no se concentra únicamente, en lo que pondera el prólogo, en la voz de la Magister Eliana de Arrascaeta, nieta del historiador Félix Luna, sino y fuertemente, en el aplauso de sus contemporáneos y compañeros de senda, hoy y aquí. Un libro siempre es la posibilidad de la creación de un universo maravilloso. Un libro en las coordenadas espacio y tiempo adecuadas, puede ser la semilla de un big bang de ideas, formas y recursos que, siempre, y por más que recrudezcan los sistemas establecidos, trae un mar de expresiones positivas. Un libro, de la mano de un oficial de la armada, entre las manos de otros compañeros de senda, es NO solamente un hito de crecimiento y enriquecimiento para las filas de La Fuerza, sino, un aporte más al engrandecimiento de nuestra nueva Argentina de brazos abiertos, que pulsa, requiere y admite, señales de luz. Muchísimas gracias.

sábado, 25 de mayo de 2013

Discurso pronunciado en el acto oficial del 203º aniversario de la Revolución de Mayo, en Punta Alta

Autoridades civiles, militares y eclesiásticas, pueblo de Punta Alta, tengan todos ustedes muy buenos días: Cuando el Ingeniero Starc me pidió que tome bajo mi responsabilidad el discurso de esta fecha tan cara a la identidad nacional, comencé a pensar en un abordaje diferente para estas palabras. Apelando no solo a la innovación, sino también al aggiornamiento del concepto de Patria, me dispuse a desarrollar la idea. Me di cuenta, claramente, que las referencias a lo que ocurrió en una jornada cómo esta, hace ya 203 años, son moneda corriente en cada recordatorio; sin dudas sería óptimo innovar discursivamente al respecto, sin embargo, no podría dejar de mencionar la importancia intrínseca de ese hecho tan natal (si se me permite) en la línea de tiempo de nuestra memoria escolar, tan profundo; que como hito histórico nos definió como nación libre. Sin dudas, mereceríamos renovar votos coyunturales sobre su estampa, resignificándolo en nuestros corazones. Aquel primer grito de libertad al sur de esa Latinoamérica que amanecía en luchas sociales independentistas, impuso, no solo el inicio de un irrefrenable viento emancipador de nuevas tierras, sino también la entronización, en nuestra memoria más arraigada del término Patria… Originalmente en latín, esta mágica palabra, patria, designa pertenencia a una familia o clan, mientras que patris, otro derivado de pater, significa tierra paterna. En otras palabras, el término suele designar la tierra natal o adoptiva a la que cualquiera de nosotros se siente aferrado por vínculos de diversa índole, afectivos, culturales o históricos. El tiempo, todos estos años de devenir argentino transcurrido desde aquel momento que hoy recordamos, ha potenciado o disminuido la palabra Patria, muchas veces transformándola en bronce, otras, en expresión de viva libertad desprovista ajena a la materia; en su nombre se han levantado ideologías y desvirtuado valores, como también esos mismos valores, como en todo proceso histórico, volvieron a erigirse en el reciclaje cíclico de la memoria popular. Lo cierto es que el término Patria, en su inconmensurabilidad casi inabarcable, viste una fulgurante simpleza que no deja de emocionarnos en la intimidad. Nacidos a la vera de las ideas como respuestas y de las iconografías impactantes, los argentinos vimos siempre en la Patria, aquella vetusta estatua reverencial que, siempre desde el ampuloso ayer o desde el deber ser, nos observaba con la mirada severa de rectitud… ¿Cómo rechazar esta visión sacra hoy? ¿Cómo redefinir grandeza para nuestros corazones actuales, sin sobrevaluar la desmitificación? En realidad, no hace falta desvestir los santos de nuestra educación clásica para reformular el pensamiento innovador; la coexistencia de sentires es un buen inicio al respecto, además de la conciencia plena de que sin dejar atrás los valores adquiridos, la patria es una construcción dinámica que no depende del mármol ni de las sombras épicas que proyecta el bronce en lo alto de los parques; la patria, señores, depende de algo tan intenso y personal, como la fuerza propia e inmanente que define a cada uno de nosotros, diariamente, y al iniciar una nueva jornada. Patria es eso, esa simpleza intransferible que nos define como argentinos; esa música rectificadora que no nos deja movernos del cauce, esa sensación que deviene en lágrimas al ver la bandera flameando en el viento…patria es un inicio; no puede haber proyecto de país, si antes y en una unión justa y verdadera de argentinos, no brilló, en el alma de cada uno de nosotros, ese destello que marcó el camino a seguir, incluso antes de ser surcado con nuestras manos entrelazadas… Hoy es 25 de mayo y podríamos haber editorializado sobre la efervescencia de los cabildantes, sobre las intrigas europeas de la época, sobre Belgrano, atizando el fuego de la revolución desde la autoría intelectual, sobre Moreno, otro de sus demiurgos, muriendo envenenado en altamar, sobre aquel Sol porteño que salía por primera vez en una plaza mayor que dejaba de llamarse como tal, sobre Castelli, traicionado y sin remedio, o sobre ese joven oficial José de San Martín, que bajaba del barco y vislumbraba cerrando sus ojos, ya en el puerto de Buenos Aires, una cabalgata libertadora sin precedentes en tierra americana… Podríamos haber citado a grandes, podríamos habernos cobijado nuevamente en las sombras cíclicas de los monumentos, sin embargo hoy, estamos acá, en la Plaza Belgrano de nuestra Punta Alta, invitados a hacernos cargo de nuestro roll histórico como verdaderos continuadores de la revolución que nos transformó en argentinos. Una revolución que lo único que nos reclama, humildemente, es conciencia, responsabilidad, honestidad y compromiso con esa llama interior que tenemos, la que junto a otras brasas, de otros corazones argentinos que también laten memoria, recrea el fuego gigantesco inmortal e imparable de nuestra identidad. Somos la continuación atemperada de aquella épica insoslayable, sin el compromiso íntimo de cada uno, la epopeya de los próceres, ES tan fría como el mármol cuando está vacío de aplausos y de voces infantiles que entonan himnos. Sin nuestra fuerza, la patria no es patria, es un anaquel arqueado por el peso de un pasado fervoroso… y nada más. No podemos permitirlo, no vamos a permitirlo. Es nuestro tiempo de cosecha. La Patria es hoy, es ahora y es nosotros. Muchas gracias.

lunes, 20 de mayo de 2013

Vaticano para Todos

Francisco, como ya sabemos, es el nuevo Papa. Papa argentino, sudamericano, carismático, nuestro. El pasadito 13 de marzo, hace solo 67 días, expresó, minutos antes de saludar al mundo en la Plaza de San Pedro, su voluntad de ser conocido como 'Francisco', así a secas, en memoria del santo de Asís que inspiró su devoción cristiana. Lleva varios “títulos” en su personalpedia, como el de Primer Papa Jesuita y el primero del Hemisferio sur. También, es el Primer Papa Americano, el primero hispano desde el cuestionadísimo Alejandro VI (si, si, el Papa Borgia, y para los que no escucharon hablar de éste espécimen único en la memoria cristiana renacentista, les recomiendo la serie de STARZ “The Borgias”… inigualable la performance de Jeremy Irons!) y también el primero no europeo desde un tal Gregorio III, al parecer un señor sirio (no pidan fotos por favor….) que gobernó La Iglesia en la temprana Edad Media. También, (y si Dios sopla vientos en popa de la nave petrina de la transparencia y el honor) será recordado por ser el Primer Pontífice en reformar el “bendito” IOR, osea, el Instituto para las Obras de Religión, más conocido por una denominación cuasi irónica Banco Vaticano… Creado en el año 1942 por Pio XII (el Papa de la polémica relación con los nazis…), el IOR, es un organismo privado con sede en el mismo Vaticano. Desde siempre, posee un Consejo de Administración formado por señores de púrpura (que por supuesto, informan toooodo a Su Santidad) interactuando, generalmente, con un presidente que proveniente del mundo de las finanzas, como es el actual caso del germano Ernst Von Freyberg. Este Instituto, de menoscabada fama por ser centro de distintos escándalos financieros en las décadas pasadas, es el próximo objetivo en la gran lista de reformas que nuestro paisano Jorge Omar pretende ejercer sobre la institución más antigua de la tierra. Resulta que, entre varios intríngulis chíngulis, el IOR empezaría a ajustarse a normas que no solo contemplan a la Unión Europea como modelo, sino también al sentido común: es hora que, definitivamente, sus balances sean publicados! (nunca hasta ahora salieron a la luz). En los queridos y glamorosos eighties (los años 80), el IOR, encabezado entonces por el cardenal Paul Marcinkus, estuvo en el tapete de varios escandaletes al descubrirse su participación en lavado de dinero de la mafia italiana. ¿Cómo terminó la vergüenza pública? Bueno, Marcinkus, obviamente, pagó toda la culpa (habrá un infierno diferente para quien le roba a Dios?), sin embargo... el IOR permaneció incólume… Apenas asumía, y en la misa de este último pentecostés, El papa Francisco dejó de entrever la polémica que se avecinaba sobre la entidad crediticia de la santa Sede al declarar abiertamente que "La economía existe para servir al hombre. Nos preocupamos de los bancos mientras la gente se muere de hambre", en clara referencia a los banqueros de las propias filas. Estos nefastos exponentes, adalides de los sectores más conservadores y retrógrados de la Iglesia, tragaron saliva…sintieron un escozor inesperado en el estómago. Definitivamente, se les iba a hacer difícil propender al libertinaje, con este Papa ya no podrían joder… Aparentemente, el nuevo proyecto de nuestro groso Holy Father, consiste en pasar al mentado banco al control directo de la Santa Sede, puntualmente a las manos de la Pontificia Comisión del Estado de la Ciudad del Vaticano. Este hecho, le permitiría al Papa Francisco hacer una serie de revisiones y responder, con la seriedad que lo caracteriza, a los pedidos de investigación que han planteado algunos fiscales italianos. Sin embargo, me permito preguntar ¿Cómo hacer para desbaratar la óptica mundial de que el Banco Vaticano recicla el dinero de la mafia? «Efectivamente, es una percepción que puede responder o menos a la realidad», contestó por su parte hace muy poco a Clarín, en un sincericidio sin precedentes, Monseñor Sorondo. Volviendo a Pentecostés, no podremos olvidar cuando en ese, uno de sus primeros sermones como Nouvelle Vicario de Roma, Jorge Omar Bergoglio proclamó: “Si (…) nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia", prédica que sin duda aborda la transparencia anhelada por todos los sectores de la Buena Iglesia. En las “congregaciones generales”, osea las reuniones preliminares al cónclave que hizo brotar el humo blanco que anunció el papado de Bergoglio al mundo, ya se hablaba acaloradamente sobre el IOR, ya que en los últimos tramos del papado de Benedicto XIV se habían filtrado X Files vergonzantes llamados Vatileaks, vinculando en chanchullos innominables a varios personajes influyentes europeos, incluyendo al presidente precedente del IOR, Don Ettore Gotti Tedeschi, el mismo que aún hoy asegura que si no le permiten hablar personalmente con el Papa Francisco, ventilará “todo al respecto” a la prensa. Por lo que hay que deducir, claramente, que aún hay cositas que se desconocen… Francisco, pendiente de todo, sonriente pero no zonzo, espera pacientemente para rectificar definitivamente el sendero ético de la cúpula de la Iglesia. Detrás de esos lentes que aumentan no solo en graduación, sino también en astucia y aguda inteligencia, asegura que el Espíritu Santo "salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto", e "impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio…". Gracias Francisco! Ahora sí, Vaticano Para Todos…

miércoles, 15 de mayo de 2013

Kate in my mind

Mientras me sumerjo en el aroma restaurador del Café Inglés de Torremora (un touch de Baileys, crema, omito ponerle canela y abrazo el chocolate rayado) comienzo a preguntarme qué es lo que me atrae tanto de Kate Mara. La actriz norteamericana de treinta años, volvió a presentárseme (creo que vale el neologismo, sino...doesn´t matter, es mi blog y escribo lo que quiero y cómo quiero, no?) en House of Cards, la brillante realización de Netflix. Ya había visto a la actriz en la épica Ironclad (junto a un James Purefoy demasiado noble para los que ya nos acostumbramos a su encarnación como Joe Carrol de The Following), y me fascinó. Como sea...dueña de una exótica belleza, Mara se mete en la piel de Zoe Barnes, la aficionada periodista del Washington Post que, rápidamente, y de la mano sombría del Congresista Francis Underwood (Kevin Spacey en el cénit de su maquiavélica ironía) trepará hacia nuevas mesetas del poder mediático americano. No imagino otra actriz en ese roll, por momentos filtrando inseguridad, por momentos trasluciendo una sólida inteligencia, pero siempre posicionándose en los fatídicos peldaños de la cadena alimentaria del distrito federal de USA. No se si, justamente, es su vulnerabilidad la que seduce (no descarto su belleza), más me es prácticamente imposible no reparar en ella. Ya casi son las 10 de la noche, afuera el frío sigue su curso ventoso e invisible en las coyunturas de las cosas quietas. Mañana será otro día; me restarán nada más que siete jornadas para cumplir treinta y ocho años. Mientras escribo, el café sigue caliente (es una bendición)

Negroponte y la errónea estandarización de la cultura cibernética

Nicholas Negroponte, (Arquitecto estadounidense fundador y director del MIT Media Lab, y think tank del Instituto Tecnológico de Massachusetts MIT. Entre otros logros, posee el de ser el actual impulsor del proyecto americano de producción de computadoras portátiles de bajo costo) persiste en considerar un trágico destino para el libro tal cual como lo conocemos. Amparado en su visión progresista, considera firmemente que el universo digital, en cualquiera de sus formatos, reemplazará a la publicación gráfica. En varios documentos a lo largo de los últimos diez años, el informático ha abordado la puja entre los átomos y los bits; claramente, no duda en colocar en el tapete de la discusión actual, al irrefrenable flujo de la digitalización como centro de nuestras vidas, valiéndose de que las nuevas tecnologías intervienen puntualmente en “la sustancia” (si se me permite la licencia) de lo todo lo que hoy se halla culturalmente establecido. El catedrático norteamericano, afirma que la naturaleza de lo tangible, además de ser perentoria y limitada, será reemplazada indefectiblemente por el accionar de los datos. En mi consideración, sugiero un alto en la vehemencia de esta afirmación. Simplemente, al recordar que todo soporte digital supone la utilización de energía eléctrica para su alimentación, nos hallaremos ante el obstáculo fundamental de su entronización social. Sería mucho más accesible suponer, el camino conjunto, la coexistencia de formatos, y quizás esta afirmación (este deseo) no nazca únicamente de la sana intención, tanto de defender nuestra cosmovisión arraigada, como nuestro derecho de manipular el papel como medio, sino que se apoya en sólidos principios sociales, políticos y económicos. De alguna manera la visión de Negroponte (si bien progresista, grande e inagotable en posibilidades de aprendizaje) no deja de ser occidental, capitalista, quizás no europeizante, pero si socialmente sectaria, y tal vez, claramente excluyente. No imagino un mapeo mundial con hitos de éxito del Programa Negroponte en la sabana africana, China, otras grandes extensiones de Asia, e incluso grandes espacios y sectores puntuales de Europa del este, por no mencionar diversos mojones en la extensión territorial de América del Sur. El mundo de datos, procesados en información o no, es solo una parte de la expresión y la necesidad de una buena administración de las posibilidades de acceso a la información global. El libro, tal cual como lo conocemos, seguirá existiendo, quizás no por méritos contemporáneos, quizás no por nuevas consideraciones de su naturaleza estática, pero sí, fuertemente, por la ausencia de capitales globales en la estandarización de una educación común realmente para todos, sin vueltas y de verdad.